I made

viernes, 21 de agosto de 2009

Feliz día Catequistas, Vayan y hagan discípulos míos

Quédate con nosotros, Señor, acompáñanos aunque no siempre hayamos sabido reconocerte.

Quédate con nosotros, porque en torno a nosotros se van haciendo más densas las sombras, y tú eres la Luz; en nuestros corazones se insinúa la desesperanza, y tú los haces arder con la certeza de la Pascua. Estamos cansados del camino, pero tú nos confortas en la fracción del Pan para anunciar a nuestros hermanos que en verdad Tú has resucitado y que nos has dado la misión de ser testigos de tu resurrección.

Quédate con nosotros, Señor, cuando en torno a nuestra fe católica surgen las nieblas de la duda, del cansancio o de la dificultad; tú, que eres la Verdad misma como revelador del Padre, ilumina nuestras mentes con tu Palabra; ayúdanos a sentir la belleza de creer en Tí.

Quédate en nuestras familias, ilumínalas en sus dudas, sostenlas en sus dificultades, consuélalas en sus sufrimientos y en la fatiga de cada día, cuando en torno a ellas se acumulan sombras que amenazan su unidad y su naturaleza. Tú que eres la Vida, quédate en nuestros hogares, para que sigan siendo nidos donde nazca la vida humana abundante y generosamente, donde se acoja, se ame, se respete la vida desde su concepción hasta su término natural.

Quédate, Señor, con aquellos que en nuestras sociedades son más vulnerables; quédate con los pobres y humildes, con los indígenas afroamericanos, que no siempre han encontrado espacios y apoyo para expresar la riqueza de su cultura y la sabiduría de su identidad.

Quédate, Señor, con nuestros niños y con nuestros jóvenes, que son la esperanza y la riqueza de nuestro Continente, protégelos de tantas insidias que atentan contra su inocencia y contra sus legítimas esperanzas.

¡Oh buen Pastor, quédate con nuestros ancianos y con nuestros enfermos!

¡Fotalécenos a todos en nuestra fe para que seamos tus discípulos y misioneros!

sábado, 1 de agosto de 2009

Imagenes de la Celebración de Beatificación de Emilie de Villeneuve, Castre - Francia






Cuando soy débil, es mientras soy fuerte », escribia San Pablo y precisaba : « Así, la fuerza del Cristo vive en mí » (2 Co 12, 9). Lo que es verdad para San Pablo, lo es también para cada uno de los que procuran seguir al Cristo y poner en práctica el Evangelio. La vida de la Bienaventurada Emilie de Villeneuve lo ilustra de manera luminosa. Sin embargo, la santidad no es un don de Dios que algunos recibirían desde su nacimiento y entre los que otros serían privados. ¡ Nosotros todos, somos llamados a volvernos santos ! Celebrar una beatificación, es reconocer la acción del Espíritu Santo en una existencia humana hecha la misma pasta que la nuestra, una vida que se dejó identificar a la caridad del Cristo para hacerse signo de la gente nueva que Dios prepara.
Cada santo sabe el secreto. Este secreto, es una faceta del Evangelio y del misterio del Cristo que recibió como un llamamiento interior capaz de orientar su vida, de movilizar todas sus fuerzas y su amor. Esta luz que procuró vivir, lo transformó poco a poco a través de etapas y luchas que duraron a lo largo de su existencia.

¿ Cuál es pues el secreto de la Bienaventurada Emilie de Villeneuve ?
Su secreto, es haber reconocido su debilidad y su fragilidad y haberse apoyada con humildad en Dios, como le expresa tan bien su divisa : "Dios solo", porque Dios solo puede transformar las situaciones y las personas. Dios solo puede realizar grandes cosas. Esta convicción la sostuvo al mismo tiempo que muchas personas no fiaban de ella y le hacían reproches. Es en el espíritu este que después de haber vivido en la pobreza, procurando obedecer a todo lo que le fue pedido, dio su dimisión de Superiora general para terminar su vida simplemente en medio de sus hermanas.